viernes, 11 de mayo de 2012

No va más

“De la ruleta te quiero llevar. Roja la sangre, verde el paño de la libertad, pero mi suerte es negra, mis dientes van a estallar”. Los Piojos de la canción “Ruleta” del álbum“Verde paisaje del infierno”.






Por Ivana Freije, Ayelén Casares y Brenda Gratas
“Comencé visitando el casino los fines de semana, iba con amigos. No era mucha la plata que gastábamos, 20 o 30 pesos no más. Después empecé a ir en la semana, para distraerme en los días complicados de trabajo. Cuando me quise dar cuenta, bastante de mi sueldo lo depositaba en el casino, mentía cuando decía que iba a ese lugar y hasta emprendí negocios paralelos para obtener mayores sumas de dinero. A esa altura mi familia sospechaba que algo estaba mal, no era el mismo de antes y por ello me mandaron a buscar ayuda profesional. Les agradezco que lo hayan hecho”, contó Agustín de 23 años uno de los muchos afectados por la ludopatía juvenil en Mar del Plata.
La Asociación Argentina de Psiquiatría clasifica a la ludopatía (o adicción al juego) como una conducta de juego inadaptada, persistente y recurrente, que alterase la continuidad de la vida personal, familiar o profesional. Es una adicción en la mayoría de los casos, por ello hablamos de enfermedad crónica. A su vez, define a esta adicción como el comportamiento que presenta cinco o más de los siguientes síntomas:
- Pasar mucho tiempo pensando en el juego, como experiencias pasadas o formas de conseguir más dinero con qué jugar;
- Apostar cantidades cada vez más grandes de dinero para sentir excitación;
- Haber tenido muchos intentos infructuosos por jugar menos o dejar de jugar;
- Sentirse inquieto o irritable al tratar de jugar menos o dejar de apostar;
- Jugar para escapar de los problemas o de sentimientos de tristeza o ansiedad;
- Apostar mayores cantidades de dinero para intentar recuperar las pérdidas previas;
- Mentir sobre la cantidad de tiempo o dinero gastados en el juego;
- Cometer delitos para conseguir dinero para apostar;
-Perder una relación u oportunidades en sus estudios o en su carrera debido al juego;
- Necesidad de pedir dinero prestado para sobrevivir debido a las pérdidas ocasionadas por el juego.
Pero no sólo es dura la vida de la persona que se hace adicto al juego, sino también para el que se lo proporciona. Tal es la historia de Horacio un empleado del Casino de la Ciudad de Mar del Plata, que ahora ya está jubilado, y que explicó lo rara y culposa que es la sensación que tuvo durante todos los años que vivó como casinero. “Es difícil saber y aceptar que uno vive en base al juego, y se hace doloroso cuando ves que alguien adicto, es quien ayuda, en cierta forma, a llevar el pan a tu casa todos los días”, afirmó.
Por otro lado, Javier, actual empleado del Casino, resaltó lo importante de ser imparcial y no divulgar el estado de la persona que va a jugar, pero sí de proporcionarle la alternativa de pedir una autoexclusión, un mecanismo por el cual el Casino toma una fotografía de la persona y se firma un documento para que luego de eso no pueda entrar más a ningún casino de la provincia de Buenos Aires. “Son los menos lo que toman la decisión y a su vez tampoco hay ayuda de ningún profesional. No hay un protocolo para casos en donde un jugador se larga a llorar o pide ayuda”, dijo. A su vez, destacó la cantidad de jóvenes que concurren a jugar ya que antes no era tan visto: “Se puede observar desde las 11 am que abre el establecimiento hasta las 3 am los jóvenes que van, hombres y mujeres, y su deterioro. Lo más impactante es en las mujeres porque se nota con el paso del tiempo como se dejan de arreglar y preocupar por sí mismas ya que es más el tiempo que pasan allí que en sus casas”.