Luca Prodán tenía una fascinación increíble por la actriz italiana Virna Lisi, quien representaba la imagen más fuerte de Cinecittá, la gran meca del cine europeo y por donde el cantante, que marcó un quiebre en la historia del rock argentino, caminó en varias oportunidades.
Se había enamorado de ella en sus épocas de estudiante en la década del sesenta, en Escocia, donde fue remitido por el esnobismo de sus padres que querían para el hijo mayor de esta familia bilingüe, integrada por una italiana y un turco con ascendencia en la península, una educación de “alto nivel” junto a los príncipes de Gran Bretaña.
Ese amor platónico por Lisi, quien en realidad brilló por su belleza en el cine mundial pero no dejó para la posteridad ningún título inolvidable en la historia de la cinematografía, explotó definitivamente en las sierras de Córdoba en 1982.
Hacía ya dos años que Luca había llegado a Argentina, escapando de Londres y de su adicción a la heroína que lo estaba matando, en un periplo que incluyó la invitación que un ex compañero de escuela en Escocia, Timmy Mc Kern (que ya vivía en Córdoba) y luego sería el manager de Sumo.
Luca se refugió en las sierras cordobesas, sanó un poco su cuerpo y comenzó, primero con su música, luego con su poesía corrosiva y posteriormente con sus actitudes anti “establishment” para el rock nacional, a cambiar el “tempo” del sonido musical local de los ochenta.
Una tarde, tirados en el living de la casa de McKern, vieron en televisión una vieja película de Virna Lisi junto a Tony Curtis, “ El secreto de Santa Victoria” filmada en 1969, y allí, a miles de kilómetros de distancia, volvió a explotar su corazón y al termino del filme compuso una canción para ella: “TV Caliente” (Virna Lisi).
Años después, en un reportaje que le hizo Roberto Pettinato, Luca contó: “Yo vivía en Córdoba, había muchas vacas, muchos perros, chivos, loros y palomas, pero no había muchas mujeres entonces. Estábamos viendo la película de Virna Lisi donde hace de enfermera y cuando terminó le dije a Tommy y Germán (Daffunchio): Me enamoré de Virna”.
“En realidad, fue la primera vez que dije hacía afuera lo que sentía por esa mujer desde hace mucho tiempo. Agarré la guitarra y compuse una canción”, agregó el líder de Sumo.
La canción se grabó “entre casa” (algo muy común en la banda) y recién se agregó en el segundo álbum de oficial de la banda “Divididos por la Felicidad” (1986) que fue el que llevó al grupo a su momento de mayor esplendor, tras la salida del disco debut “Llegando los Monos” (1985) y el último con Luca en estudios, “After Chabon” (1987).
“Yo quiero conocer más a Virna Lisi. Ella es maravillosa. Déjame tocarte el cabello, mi nena. Sé que para ti soy un extraño y sólo puedo verte en un viejo film de TV”, dice en algunos de sus versos esta canción de amor que enorgullecía a Luca.
En sus años en Buenos Aires, y en especial de su fama de cantante, el “primer pelado famoso del rock” “curtió con muchas minitas”, como decía el mismo, en la búsqueda de sentirse querido y encontrar en la piel caliente de una mujer un momento para no recordar a la adorable Virna.
El alcohol, la ginebra, esa bebida de mala prensa, fue el camino de su declive personal. Ido, en sus últimos tiempos, ganado por la cirrosis se fue perdiendo en su propio laberinto.
Un laberinto donde inevitablemente surgían esas imágenes que también lo hicieron feliz cuando caminaba por las calles internas de “Cinecittá” y todavía soñaba con ser actor antes que músico.
El “Tano” se murió dormido, la madrugada del 22 de diciembre de 1987 en una casa comunitaria de San Telmo, no sin antes escribir una de las canciones que mejor dibujan Buenos Aires en el rock nacional. “Mañana en el Abasto”.
No la escribió la pluma intelectual de Luis Alberto Spinetta, ni la mirada bien porteña de Moris. Fue la de un “tano” que vivió siete años en esta ciudad, era miope y hablaba un extraño “cocoliche".
Se murió sin saber que su hermano actor, Andrea, viajaba en ese momento a Buenos Aires con un bien preciado: la foto autografiada para él de Virna Lisi, esa donde le decía que ella le agradecía su amor, y sin conocerlo, le mandaba un abrazo “dolce” para "Mio caro Luca”.
Se había enamorado de ella en sus épocas de estudiante en la década del sesenta, en Escocia, donde fue remitido por el esnobismo de sus padres que querían para el hijo mayor de esta familia bilingüe, integrada por una italiana y un turco con ascendencia en la península, una educación de “alto nivel” junto a los príncipes de Gran Bretaña.
Ese amor platónico por Lisi, quien en realidad brilló por su belleza en el cine mundial pero no dejó para la posteridad ningún título inolvidable en la historia de la cinematografía, explotó definitivamente en las sierras de Córdoba en 1982.
Hacía ya dos años que Luca había llegado a Argentina, escapando de Londres y de su adicción a la heroína que lo estaba matando, en un periplo que incluyó la invitación que un ex compañero de escuela en Escocia, Timmy Mc Kern (que ya vivía en Córdoba) y luego sería el manager de Sumo.
Luca se refugió en las sierras cordobesas, sanó un poco su cuerpo y comenzó, primero con su música, luego con su poesía corrosiva y posteriormente con sus actitudes anti “establishment” para el rock nacional, a cambiar el “tempo” del sonido musical local de los ochenta.
Una tarde, tirados en el living de la casa de McKern, vieron en televisión una vieja película de Virna Lisi junto a Tony Curtis, “ El secreto de Santa Victoria” filmada en 1969, y allí, a miles de kilómetros de distancia, volvió a explotar su corazón y al termino del filme compuso una canción para ella: “TV Caliente” (Virna Lisi).
Años después, en un reportaje que le hizo Roberto Pettinato, Luca contó: “Yo vivía en Córdoba, había muchas vacas, muchos perros, chivos, loros y palomas, pero no había muchas mujeres entonces. Estábamos viendo la película de Virna Lisi donde hace de enfermera y cuando terminó le dije a Tommy y Germán (Daffunchio): Me enamoré de Virna”.
“En realidad, fue la primera vez que dije hacía afuera lo que sentía por esa mujer desde hace mucho tiempo. Agarré la guitarra y compuse una canción”, agregó el líder de Sumo.
La canción se grabó “entre casa” (algo muy común en la banda) y recién se agregó en el segundo álbum de oficial de la banda “Divididos por la Felicidad” (1986) que fue el que llevó al grupo a su momento de mayor esplendor, tras la salida del disco debut “Llegando los Monos” (1985) y el último con Luca en estudios, “After Chabon” (1987).
“Yo quiero conocer más a Virna Lisi. Ella es maravillosa. Déjame tocarte el cabello, mi nena. Sé que para ti soy un extraño y sólo puedo verte en un viejo film de TV”, dice en algunos de sus versos esta canción de amor que enorgullecía a Luca.
En sus años en Buenos Aires, y en especial de su fama de cantante, el “primer pelado famoso del rock” “curtió con muchas minitas”, como decía el mismo, en la búsqueda de sentirse querido y encontrar en la piel caliente de una mujer un momento para no recordar a la adorable Virna.
El alcohol, la ginebra, esa bebida de mala prensa, fue el camino de su declive personal. Ido, en sus últimos tiempos, ganado por la cirrosis se fue perdiendo en su propio laberinto.
Un laberinto donde inevitablemente surgían esas imágenes que también lo hicieron feliz cuando caminaba por las calles internas de “Cinecittá” y todavía soñaba con ser actor antes que músico.
El “Tano” se murió dormido, la madrugada del 22 de diciembre de 1987 en una casa comunitaria de San Telmo, no sin antes escribir una de las canciones que mejor dibujan Buenos Aires en el rock nacional. “Mañana en el Abasto”.
No la escribió la pluma intelectual de Luis Alberto Spinetta, ni la mirada bien porteña de Moris. Fue la de un “tano” que vivió siete años en esta ciudad, era miope y hablaba un extraño “cocoliche".
Se murió sin saber que su hermano actor, Andrea, viajaba en ese momento a Buenos Aires con un bien preciado: la foto autografiada para él de Virna Lisi, esa donde le decía que ella le agradecía su amor, y sin conocerlo, le mandaba un abrazo “dolce” para "Mio caro Luca”.
Ivana Freije
No la sabí la historia.
ResponderEliminarMuy interesante y con final triste...
Mamá