jueves, 15 de marzo de 2012

Cuando duele, nunca se olvida


Como muchas otras personas, el entrevistado junto a su esposa fueron detenidos durante el último Gobierno de facto. A pedido de ellos para resguardar su identidad, se los llamarán Jorge e Inés. Al preguntarle el por qué, la mujer respondió que por seguridad, ya que uno no sabe qué puede llegar a pasar…Si los crímenes de lesa humanidad no prescriben, el miedo tampoco.

-¿En qué circunstancias se encontraba durante el golpe de Estado de 1976?-

- Me había recibido de Ingeniero Agrónomo hacía 2 años, y durante el ’75 trabajé en la Universidad de Córdoba en mi especialidad como ayudante graduado. En esa época no había concursos para ingresar a la facultad, sino que se hacían designaciones que en muchos casos, como el mío, vencían  el 30 de Marzo de ese año y se las revalidaban. Cuando se produce el Golpe de Estado del 24 de Marzo, a todos los que estábamos contratados no nos renovaron las designaciones. Fue una manera de echarnos.

Cuando Jorge quedó fuera de la Universidad, comenzó a buscar trabajo en Córdoba, pero el Ministerio de Asuntos Agrarios no estaba en condiciones de ofrecérselo, por lo que se vio obligado a viajar. En Buenos Aires se presentó en varios laboratorios agroquímicos y no tuvo suerte. “Viajé a Mar del Plata, donde vivía mi mamá con mi hermano menor, y tampoco había posibilidades laborales. Entonces  decidí ir a Neuquén. Allí vivía una tía y había muchas oportunidades”, recuerda.

Después de 2 meses en esa provincia y luego de muchas entrevistas laborales, Jorge decidió volver a Córdoba para visitar a su novia Inés y recoger del departamento de ella, sus pertenencias. “Inés-aclara Jorge- vivía con una compañera de cuarto, Alicia, quien estudiaba abogacía junto a su novio”.

Una tarde, volvían al departamento en el auto de Inés y en la puerta del edificio se encuentran con una conocida que les comentó que había estado la policía y que se habían llevado a Alicia porque acusaban al novio de ser militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). “Ante esa información, sin bajar del auto, nos fuimos a buscar dónde pasar la noche”, comenta Jorge.

“Al día siguiente, mi novia tenía que presentarse a una práctica en un hospital y cometimos el error, la estupidez, de ir a su casa en busca del guardapolvo”, se lamenta. En el camino, se cruzaron con Carlos, el hermano de Jorge, le tocaron bocina y se ofrecieron a llevarlo a donde tuviese que ir luego de pasar por el departamento.

“Mi hermano se quedó con mi pareja en el auto”, se acuerda. “Cuando abrí la puerta –cuenta Jorge- me encañonaron con una pistola en la cabeza y me obligaron a entrar”.

Allí dentro había 4 militares vestidos de civil y la joven que le había avisado lo del día anterior. Al pasar el rato, sube Inés con Carlos. “En ese momento me preocupé mucho porque mi hermano llevaba una militancia muy comprometida. En mi mente decía: Acá sonó… por culpa mía”, cuenta.

Jorge, en medio de la situación, recordaba que se había deshecho de los panfletos, revistas y propagandas políticas que le daban en la universidad. Lo que él olvidó fueron unas fotografías que años atrás había tomado. “En mis primeros años en Córdoba, me dedicaba a sacar fotos. Tenía un montón. Entre ellas había varias del 25 de Mayo de 1973, cuando asumió Cámpora”, explica.  “Les había sacado a las personas, pero aparecían carteles de Montoneros y varias fotos de una casa con un póster del Che Guevara, pero en realidad había muchas porque estaba probando la máquina y analizando cuál era el foco más conveniente”, agrega.

Los militares los interrogaron, Carlos respondió con la verdad: que en Córdoba estaba trabajando. Lo dejaron ir junto a la otra chica. En el momento que Jorge lo vio irse sintió una gran tranquilidad. “A Inés y a mí nos llevaron a la central de la policía que queda frente al Cabildo en plena plaza principal de Córdoba”, cuenta.

Al entrar, le hicieron dejar el cinturón y demás cosas, le vendaron los ojos y lo interrogaron preguntándole dónde había sacado las fotografías. “Me dieron unos golpes no muy fuertes en la cabeza con la pistola, pero me apoyaban el arma en la sien, me iban a liquidar”, recuerda Jorge y comenta que en esos momentos, en los que tenía que pensar qué contestar, su mente trabajaba a más no poder. “A Inés no la golpearon, sólo la insultaron y la interrogaron con el revolver en la cabeza como a mí. Por suerte esa misma noche dejaron que se fuera”, dice.

Jorge declara que con los ojos vendados se comenzó a preocupar mucho. Lo llevaron a un asiento de material, como de mampostería, contra una pared ubicado en un pasillo techado que daba a alguna dependencia, es lo que él pudo imaginarse y cuenta que permanecía sentado todo el tiempo: “Lo único que sentías eran a otras personas a tus costados, éramos muchos”

“Estuve 3 noches y 4 días detenido. Era septiembre y hacía frío”, confiesa Jorge y explica que, si bien estaba con los ojos vendados, se podía distinguir por el resplandor entre el día y la noche. “Durante el día se escuchaba el ruido de una oficina común y corriente, las máquinas de escribir y sus movimientos. Por la tarde había silencio. Pero al caer la noche se oían risotadas, gente hablando en voz alta, se percibía cómo jugaban y cargaban sus armas. En plena noche, se sentía que aceleraban los autos con escape libre y salían. Al rato regresaban con gente que gritaba y lloraba. Era una rutina”, recuerda con una expresión poco feliz en su rostro.

Por la madrugada a los detenidos los obligaban a ir al patio interno, descubierto, a dar vueltas en círculos. Jorge agrega que siempre permanecían con los ojos vendados y que, además de denigrarlos, los solían golpear.

“Lo peor era cuando volvíamos a los bancos de concreto, nombraban a una o dos personas y se los llevaban. No volvían más, no se sabía que sucedía con ellos, pero al día siguiente traían gente nueva”. Para Jorge, esos momentos eran horribles y el terror era que dijesen su nombre.

-¿Cuándo lo liberaron?-

-Me nombraron y sabía que era de día, eso me tranquilizó mucho. Me largaron como si nada. Al tiempo, Inés se enteró que nos liberaron porque el cuñado de su compañera de departamento era militar y se había comunicado con el Jefe de las Fuerzas Armadas de Córdoba, Menéndez. Le costó su carrera, pero nos salvó la vida a todos.

La primera noche Jorge durmió en la casa de un ex camarada de estudios. Al día siguiente viajaba a Buenos Aires a reencontrarse con su novia. Antes de marcharse de Córdoba, se reunió con su hermano, le contó su experiencia y le recomendó irse a otra ciudad. “No me hizo caso. Fue el último día que lo vi”, dice con un tono de voz entristecido. Inés deja caer sus lágrimas y se produce un silencio.

Luego de su estadía en Buenos Aires, se mudó junto a Inés a Neuquén. “En diciembre nos enteramos a través de mi mamá que detuvieron a Carlos y a su novia”, comenta Jorge dejando el aire petrificado y prosigue: “Ellos militaban juntos en la juventud peronista, Carlos se vio obligado a exiliarse de Mar del Plata por ese motivo”

-En ese momento, ¿Qué hizo al respecto?-

-Con el antecedente que yo tenía, no hice nada por miedo a pasar por ese calvario nuevamente y no volver. Con el tiempo me enteré de muchos casos de desapariciones. Estoy vivo de casualidad, nací de nuevo.

La madre de Jorge, comenzó una incansable búsqueda, conoció a otras personas que estaban en su misma realidad y quisieron reunirse en iglesias, pero todos los curas les cerraban las puertas. Ante esa situación, la mujer solía viajar a Neuquén donde se encontraba el Obispo Jaime De Nevares que era el único que hacía algo al respecto. “Según contaba mi mamá- recuerda el ingeniero-mandaban cartas al Papa, al Presidente de Estados Unidos, iban a comisarías y al Ejército. Nadie le daba respuestas y la maltrataban”

“Así vivió y murió mi mamá, con la esperanza de que Carlitos apareciera”, recuerda Jorge con la emoción plasmada en su rostro.

En el año 2007, regresó a Córdoba por primera vez luego de su liberación. “Fui a un Congreso de Agronomía, pero me tomé un día y me dirigí al Banco Nacional de Registro Genético, y dejé una muestra de mi sangre para que tuvieran mis datos.”, cuenta Jorge y continúa, “es el día de hoy que no tengo ninguna noticia”. En ese viaje lo único que pudo saber es que su hermano  estuvo detenido en el centro clandestino “La Perla” en Córdoba. “No supe más nada”, comenta y nuevamente genera un incómodo silencio.

-La novia de Carlos, ¿Estaba embarazada?-

-No se sabe. Hay una versión de que sí lo estaba, pero nadie me sabe decir con certeza. Otra versión que tenemos es que el hermano de ella podría haberlos denunciado debido a que se llevaba mal con Carlos, pero nada es seguro.

Lo que Jorge sabe es que primero detuvieron a la pareja de Carlos, quien seguramente fue torturada y obligada a informar dónde se alojaban. “Fue ahí donde lo agarraron, además le robaron todas sus pertenencias”, afirma.

Jorge comenta que haría lo imposible para saber de su hermano, ya sea encontrar una tumba NN o algún nieto recuperado. “Sería de gran alivio”, confiesa dejando los sentimientos a flor de piel.




Ivana Freije                           [Soundtrack: Corpiños en la madrugada. Sumo]

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