Una lavadora a seco, un centrifugador y una planchadora de enormes tamaños son los objetos más preciados de Juan Carlos, un jubilado del correo de Buenos Aires, que a sus 70 años es dueño de la tintorería del barrio Villa Primera de Mar del Plata.
Cuenta que antes se acostumbraba a darle a la madre la mitad del sueldo para ayudar en los gastos de la casa. Trabajando en el correo desde las 14 hasta las 20 Juan Carlos quería salir, ir al cine o ir a bailar, pero con la mitad de su sueldo no le alcanzaba. “Necesitaba un trabajo de horarios compatibles con los del correo”, recuerda con una pequeña sonrisa asomándose en su rostro.
-¿Cómo incursionó en este oficio?-
-Yo vivía en Burzaco a 30-40 kilómetros de Capital Federal. Por las mañanas buscaba trabajo e iba a visitar a una tía que vivía en La Boca. Un mediodía, caminaba por la calle Almirante Brown y pasé por una tintorería que en la vidriera tenía un cartel que decía: “Se necesita joven medio día para mandados”. “¡Esto es lo mío!”, exclamé.-
Golpeó la puerta porque estaba cerrado y se presentó. Al dueño del lugar le llamó la atención que Juan Carlos estuviera con el uniforme del correo, pero él le expresó su necesidad de trabajar por la mañana ya que por la tarde debía ir a su otro trabajo. “Me preguntó dónde vivía y le dije la dirección de mi tía que quedaba a 8 cuadras de la tintorería, si le decía que en realidad vivía en Burzaco, probablemente no me tomara porque era muy lejos”, cuenta.
Luego de ese pequeño interrogatorio, el tintorero le dijo al empleado del correo que se presente al otro día a las 8.
“Me levanté a las 5 de la mañana para tomarme el tren a Constitución y luego tomé el colectivo. Llegué al local 7 y media”.
En la tintorería le dijeron que barriera el local y la vereda, pero Juan Carlos siempre fue una persona hiperactiva, por lo que también pasó el lampazo, barrió hasta el cordón de la calle y limpió los vidrios con alcohol. El dueño quedó encantado por la predisposición que tenía su nuevo empleado y fue a las 9 y media que le preguntó si había desayunado. Él contestó que no, entonces lo invitó a tomar café con leche y facturas con su familia.
Luego del abundante desayuno que hizo que recobrara energía, Juan Carlos salió en una bicicleta con un gran canasto a entregar unos paquetes y al volver observó cómo debía hacer los trabajos.
Con el paso de los días, luego del desayuno y las entregas, Juan Carlos aprendió poco a poco el oficio, el dueño le contaba secretos para que él se perfeccionara y los practicaba con su uniforme del correo y con los trajes de sus hermanos mayores.
Al cabo de un tiempo, el jefe le preguntó si iba a almorzar a su casa, había notado que la casa de la tía de Juan Carlos quedaba para un lado y él se iba para el otro. Al cerrar la tintorería a las 12 y media, y vivir, en teoría, a 8 cuadras de allí, llegaba a comer al mediodía y luego ir al correo.
“Me incomodaba seguir mintiéndole con lo bueno que era conmigo, así que le conté que en realidad vivía en Burzaco y le expliqué que le di la dirección de mi tía por miedo a que no me diera el trabajo por vivir lejos”, cuenta y continúa “El hombre entró a su casa y a los pocos minutos volvió a salir, desde ese día no sólo desayunaba con ellos, sino que también almorzaba”.
“Es por esa persona y su gran amabilidad que amo el oficio, lo aprecié mucho”, comenta emocionado Juan Carlos.
-¿Qué significa la tintorería en su vida?-
-Es impagable, me dio muchas satisfacciones y pienso que me las seguirá dando porque seguramente siga haciendo esto a los 90 años, hasta que el cuerpo me diga basta. Me gusta, es mi pasión. Estoy casado con mi oficio. Somos pocos lo que hacemos lo que nos gusta, estoy tocado por una varita mágica-
Hoy en día cambió mucho la vestimenta y la calidad de las telas las cuales facilitan a que uno mismo pueda lavar las prendas en su casa, y por eso Juan Carlos asegura que las tintorerías se están extinguiendo.
“Antes para salir aunque sea al centro la gente se vestía con trajes, ahora van de jean y remera.”, cuenta y afirma que cada vez son menos los tintoreros.
“No es un oficio que se enseña en alguna escuela, ya no hay planchadores y si los hay no pueden más con su cuerpo. Yo vengo a trabajar con las mismas ganas del primer día, con ansias de superarme y dar lo mejor”, comenta con orgullo.
Juan Carlos cuenta que hoy en día la gran mayoría de los clientes que acuden a la tintorería son personas de 50 años en adelante, que por lo general llevan trajes, sacos o frazadas.
Últimamente, se han visto cadenas de tintorerías que se sitúan en supermercados o en el microcentro de la ciudad, que se las reconoce como “tintorerías ecológicas”.
Las grandes diferencias que establece Juan Carlos entre las tintorerías ecológicas y las tradicionales, son que las primeras son rápidas pero no hacen el baño de solventes, que si bien cobran un poco menos, sólo sacan las manchas. En cambio, las tintorerías tradicionales, limpian todas la prenda que comprende en sacar las manchas, desimpregnar el polvo y los olores.
Otra diferencia que marca es que en las tintorerías ecológicas planchan a mano que si bien es a vapor, no se compara con aquellas máquinas planchadoras enormes y clásicas del rubro.
Con 55 años de oficio Juan Carlos arregla él mismo sus máquinas, pero por ejemplo si se le quema algún motor, se lo deriva a un mecánico.
“Hay casas que se dedican a venderlas usadas y reacondicionadas, otros las venden rotas y uno las tiene que arreglar. Yo opto por la segunda opción, una máquina sin funcionar debe salir alrededor de $1.500 y arreglar la parte mecánica, eléctrica o las carcasas, debe salir $2.000 aproximadamente. Una máquina nueva sale cerca de $10.000, yo ahorro y gasto $3.500”, explica mientras su señora baja las cortinas del local.
La tintorería de Juan Carlos se llama “Europa”, él decidió dejar el mismo nombre que tenía con los antiguos dueños y comenta que eso no influye para este tipo de negocio.
“En el momento que pasó a ser mío el local no me interesaba el nombre, yo quería trabajar de lo que me gusta”, cuenta. Cuando se le preguntó qué nombre le pondría miró fijamente a su mujer, y con ojos de enamorado contestó: “Ana María, o para abreviar, Anamá. Si estoy acá es por ella que me brinda todo su apoyo”.
Luego de tener en Buenos Aires una tintorería por 35 años, Juan Carlos decidió venir a Mar del Plata.
-¿Qué lo hizo venir a la ciudad?-
-Yo enviudé a los 50 años, luego, durante 2 años me dediqué a mi trabajo y a mi familia, pero sentía la necesidad de conocer gente, de salir y disfrutar sin tener que preocuparme por mis 7 hijos que ya eran grandes. A mis 5 hijas no les parecía una buena idea pero finalmente decidí venir. Tuve la suerte de conocer a Ana María, mi compañera de vida desde hace 8 años.-
Ivana Freije [Soundtrack: Friday I´m in love. The Cure]