miércoles, 15 de junio de 2011

¿Si mi oficio es tatuador?, No, soy un carnicero


Sus compañeros atendían. Él, mientras esperaba detrás de la caja, dibujaba. Con tan sólo dieciocho años, Mauricio Araya desarrollaba su oficio de carnicero con una gran particularidad: “Mientras mis compañeros atendían, yo estaba en la caja dibujando caricaturas de los clientes que entraban y cuando les cobraba les daba el dibujo”.
En sus momentos de ocio, el carnicero que nunca pudo parar de dibujar, permanecía en la Peatonal de Mar del Plata haciendo retratos que gran parte de las personas confundía con fotografías. “Desde que tengo memoria, siempre me gustó dibujar”, confiesa Mauricio quien a los quince años comenzó a tatuarse las piernas con máquinas caseras que hacía con lapiceras, y poco a poco practicaba con sus osados amigos de barrio que aún conservan los dibujos en sus cuerpos.
Como anécdota cuenta que de adolescente se tatuó con una lapicera de útiles escolares incluyendo la tinta de la misma: “Se me hizo una cáscara, una vez mientras me bañaba, me pasé la esponja y no quedó nada”, recuerda riéndose.
“Un amigo necesitaba un tatuador y me llamó”, cuenta aquel chico que hacía historietas acompañado de “Whole Lotta Love” de Led Zeppelin.
“Mis primeros trabajos no eran muy buenos, pero con práctica y, sobre todo paciencia, todo se perfecciona”, “Me siento responsable al crear un dibujo en la piel de otra persona que le quedará de por vida”, y agrega que ya no se pone nervioso pero que le incomoda cuando la gente viene con muchos amigos y todos quieren ver el “paso a paso” de su trabajo.
“Me temblaba toda la mano”, pero sin miedo a los desafíos revela que su primer tatuaje en el local de su amigo, fue un águila en una espalda. “Un día pasé de visita y me pidió que agarre la máquina y ahí empecé, por suerte al cabo de media hora el águila mejoró”, recuerda ahora, después de tatuar cientos de águilas.
Mauricio, una persona humilde y sincera, ayuda a sus clientes al momento de elegir aquel dibujo que los acompañará de por vida, y explica que muchas veces las personas llevan varias ideas que entre sí no combinan, entonces él los asesora para que no malgasten el dinero y para que el día de mañana no se arrepientan.
Levantándose el pantalón, asegura que no le agradan mucho los retratos de personas fallecidas o los nombres de familiares, pero muestra que se dejó tatuar el nombre de sus padres por hacerle un favor a un amigo que quería sentir la emoción de dejar una marca en otra persona. Quería pasar por la sensación que Mauricio tiene todos los días. “No estuvo tan mal, pero lo ayudé un poco porque apretaba demasiado y se me caían las lágrimas”, se ríe.
Cuenta que el mejor trabajo que hizo fue su primer retrato a color, también recuerda que un chico se iba a grabar el nombre de un hermano, una vez marcado el contorno, le dijo de abandonar porque no soportaba el dolor.
En cuanto al tabú que se había establecido en la sociedad hace un par de años, piensa que ya desapareció, “Está volviendo una onda retro, no te olvides que los indios se tatuaban todos y no tenían ningún tipo de inconveniente”. Si bien en muchas entidades no permiten que los empleados tengan algún tatuaje, Mauricio cree que esa postura ya se podría dejar de lado ya que hoy en día la gran mayoría tiene alguno.
Es notable el gusto que tiene por Led Zeppelin, suena “Baby I´m Gonna Leave You”, y confiesa con total humildad que no se define como artista, “hago lo que hago porque me gusta y trato de explayarme en eso” y agrega que “artista” cree que es aquel que tiene mucha experiencia, quien pinta cuadros y es famoso, pero no deja de llamar “arte” a la profesión de tatuar.
“Quiero salir de lo convencional y no ser uno más”, con ganas de innovar y algo de resentimiento dice que el mundo del tatuador es como una peluquería: “Ya está todo inventado”.
Hoy en día las máquinas se “industrializaron”, es decir, se preparan para tatuar, ya están listas al igual que las agujas, en cambio antes, ellos mismos tenían que soldar aguja por aguja. “El trabajo se facilitó”, dice Mauricio y agrega que las máquinas varían hasta para las diferentes técnicas: “si tenés que delinear usas una con ciertas agujas, pero si necesitás rellenar, usas otra totalmente distinta, son herramientas muy caras, y oscilan de cien a tres mil pesos”, además cuenta que otras se cotizan en Euros, pero las diferencias son abismales, duelen menos, los trazos son más precisos.
“El tatoo, a comparación de hace diez años cambió muchísimo”, asegura Mauricio ya que había muy pocas casas que los hicieran, además las herramientas eran distintas porque se solía tatuar con agujas de coser. Para hacer delineados usaban dos o tres agujas más. “Te hacían ver las estrellas”, además cuenta que en cuanto a las técnicas se aprendían por experiencia, de boca en boca, pero ahora ya hay libros específicos. “En esto soy autodidacta, sigo siendo un carnicero”, asegura con firmeza.
“Los tatuadores natos, los de antes, están enojado con los artistas plásticos”, comenta Mauricio y deja ver una competencia interna de la labor. Toda esa rabia surge ya que el artista plástico es mucho más creativo y diseña los dibujos, en cambio el tatuador parte desde un boceto o un dibujo ya hecho. Y agrega que hoy en día el setenta por ciento de los tatuadores son artistas que pintan cuadros y tiene tanta creatividad que se animan a plasmarla en la piel. “Yo no me encasillo como artista plástico ni como tatuador de la vieja escuela, no hay que olvidar que soy carnicero”, dice a pesar de la cantidad de personas que lo buscan para que sea él quien los marque de por vida.
Cuando uno entra al local donde trabaja se puede percibir un ambiente de compañerismo, a tal punto que además de enseñarse entre ellos como colocar aros, también tatúan juntos. “Al dueño le estamos tatuando la espalda de negro, yo estoy de un lado y un compañero del otro, ya le tatuamos el pecho de a dos, es cómodo, rápido y fácil”, comenta.
Debajo de sus mangas una capa de tinta lo resguarda del frío, y dice: “Si algún día me quisiera borrar esto, no podría”, él tiene los brazos tatuados con tribales en negro y comenta que hace unos años, intentaban borrar tatuajes despigamentando la piel. Como los resultados no eran favorables, lo dejaron de hacer y lo que ellos ofrecen es taparlo con otro. En cuanto al método por láser nunca presenció una sesión, y no sabe cuáles son realmente los resultados, vio videos en internet donde hay dos personas con gafas negras y pasan una especie de pistola que va levantando la piel como si estuviese en ebullición. “Algunos me dijeron que te queda la piel blanca, otros que se levanta o que no se borra del todo”.
En cuanto a las modificaciones corporales, cuenta que existe el dranding que es con calor y la escarificación que es mediante cortes con bisturí donde se hacen figuras no muy complejas como una estrella ó signos.
Se puede tatuar cualquier parte del cuerpo, hasta los ojos, y en internet está circulando una foto de una lengua tatuada que lleva a muchas personas a querer hacérselo. “La foto está trucada, no se puede tatuar”, y agrega que la lengua no es piel y está recubierta por papilas gustativas y si se la llega a tatuar no sentiría nunca más un gusto. Otra anécdota fue cuando se presentó una pareja y el hombre se quería tatuar el nombre de su novia en el miembro. “Se lo hizo, pero lo tatuó un compañero”, y entre risas agrega que nunca lo había hecho y tampoco tenía idea, más allá que lo hubiese incomodado mucho la situación.
Mauricio comenta que si bien muchos que visitan el local son menores, ellos no los tatúan ni les realizan piercings aún con autorización porque no pueden constatar que realmente sean los padres quienes firman el permiso. “Se pierde mucha plata de cada diez clientes, siete son menores de edad, pero hay una ley que prohíbe tener contacto con ellos”, afirma.
Además de tatuar está empezando a colocar piercing faciales, pero aún no, en los genitales, los surface, que son aros que se colocan sobre la piel, o los micro dermales que se incrustan debajo de la piel, dejando ver solo una bolita de metal. Además afirma que a quien se le infecta un aro o un tatuaje es porque no se lo cuidó bien.
“El significado de los tatuajes, depende de la sociedad, la cultura y el estilo de vida de cada uno”, explica Mauricio, en Nueva Zelanda, para los maoríes, cada línea o figura tiene un significado y el tatuador es la conexión de Dios con el hombre terrenal, es una persona con mucha experiencia y sus técnicas y herramientas son más rudimentarias, “es algo más cultural”. En nuestra sociedad el tatuaje es algo decorativo, “es para adornar la piel”.
Las estrellas, las letras y los nombres, son las “decoraciones” que más demanda tienen, “eso corta con la creatividad que pueda yo tener”, comenta y agrega que muchas personas no se animan a “adornarse” con ideas que surgen de aquel joven que pintaba y dibujaba con lápices escolares, debido a que nunca lo vieron. “Quiero marcar un estilo, como hay tatuadores que son conocidos porque sus trabajos con diversas técnicas como es el puntillismo, yo quiero que me reconozcan por mi técnica y no por los tatuajes que me piden”. Pero asegura no desmerecer a los tatuajes más pedidos debido a que tienen sus pros y sus contras, “es fácil de hacer y deja plata, pero por otro lado es muy aburrido y lo hacés ya sin ganas”.
“¿Si alguien me pide que diseñe libremente un tatuaje?, trataría de ver a la persona como un todo, ver qué estilo le iría mejor y recién ahí podría empezar a bocetar”.
Para imponer su estilo, explica que lo principal que debe hacer es buscar en qué encasillarse, hacer varios diseños en tamaño grande y buscar alguien que se lo quiera tatuar para después mostrarlo como ejemplo. También da a conocer que dentro de los tatuajes hay varios estilos como puede ser el “tradicional” que son dibujos representativos muy básicos, el “new school” que son figuras como las del tradicional pero con más detalles y colores, existe el “black and grey” con degradé de negro, el “surrealismo”, el estilo oriental cuyo dibujo más común es el pez coi, y a esos estilos se suman los tribales.
“¡¡¿Qué te hiciste?!!”, grita su madre con cada “decoración nueva”. Con treinta y siete años, piernas y brazos tatuados, aros expansores en sus orejas y muchísima humildad, Mauricio reparte su arte en los cuerpos de los demás hace ya casi cinco años, y en busca de imponer su estilo, recalca: “si me preguntan mi profesión, contesto carnicero”.
Ivana Freije [Soundtrack: It´s a long way to the top. AC-DC]

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